martes, 21 de diciembre de 2010

CON UNA NUBE DE LECHE, POR FAVOR

Enrique García Palau se nos fue el día 7 de diciembre de 2010.
He escrito unas líneas, dedicadas a todos los García.












CON UNA NUBE DE LECHE, POR FAVOR.

Un relato corto en dos capítulos.



Por Jesús Sánchez-Ferragut García.






I





(Estoy confuso de tanto darle vueltas a la misma zona, pero creo que esta vez ya no me equivoco. Creo que es aquí. Estoy seguro: He llegado, y es aquí.)



- Buenas. Uff… llego con retraso. ¿No será demasiado tarde?

• Buenaaas. Quizá si, o tal vez no. El concepto del tiempo es tan diferente según se esté en un sitio u otro…

- De esa lección de filosofía aún me acuerdo…levemente. De cómo los griegos ya pensaban en la sensación que el hombre tiene, de que a veces, el tiempo pasa más lentamente, y a veces más rápidamente.

• Así es. Bueno. ¿Y a qué debo el honor de tu visita?

- Pues si te digo la verdad, de repente me he visto aquí, después de andar desorientado y dando vueltas en este laberinto de vías que llevan a todas y a ninguna parte, como si fuera el presagio de un tranvía sin raíles, o con tantos que no sabes cual de ellos será el bueno. En fin, que me decidí a pasar y charlar contigo un rato.

• Pues bienvenido seas. ¿Quieres un cafetito? Últimamente me salen divinos con una marca nueva que he encontrado por aquí cerca, en una tienda que ahora no recuerdo el nombre. Era algo de Navidad…o parecido. Cafés… ¡La Estrella de Morente! ¡Eso es! Ya decía yo que me sonaba a Navidad y no caía en la cuenta. “El café hecho arte”, podría ser el eslogan de esa tienda. No se si decirte dónde está, podría sentirme algo celoso si te decides a comprarlo, y prefiero que lo tomes siempre aquí, conmigo.

- ¿Tienes aún el disco ese de las nanas de la cebolla?

• Que va, ya ni siquiera tengo tocadiscos, pero me acuerdo de la letra:

“La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda”.

- Me siguen gustando esos discos antiguos de Serrat. Y ¿Sabes que los recuerdos que tengo de ellos van siempre unidos en mi memoria la calle Méndez Núñez?

• No creo que fuera yo quien despertara en ti el sentimiento musical.

- Yo tampoco lo creo, pero ahí, en mi fondo de armario sentimental está ese recuerdo. Toda una posesión, si me decido a ponerla en valor. Por cierto lo de “poner en valor” ¿Es una metáfora?

• Hombre, una metáfora, como tal, dudo que lo sea. Más bien es hoy día una muletilla que se utiliza con demasiada frecuencia para hacer referencia a algo que no está de moda, pero sobre lo que podría ser bueno tomar una actitud positiva. Aunque quizá sería mejor utilizar otros recursos del castellano, como decir sencillamente volver a apreciar lo de siempre…

- La verdad, que poca memoria tenemos, frente a tanto bombardeo publicitario de que lo nuevo es siempre lo mejor, lo que más nos conviene.

• Bueno, para el que tiene que vender algo, siempre será mejor. Para el españolito de a pié, ya no estoy tan seguro…

- Podríamos discutir largo y tendido sobre esto…

• A ver, espera un momentito, que está sonando la cafetera. Voy por el café.

- (Aprovecho para curiosear la estantería con los libros). Miro los lomos de cada volumen, unos más grandes, otros más pequeños. Me siento bien mirándolos, y los miro con curiosidad. Sin embargo, la verdad es que me siento sorprendido a la hora de leer algunos títulos, que me dejan una sensación agradable, pero lo cierto es que no consigo retener en mi memoria el título de ninguno de ellos. A ver era poesía, o era prosa...

• Aquí está el café. ¿Cómo lo quieres?

- Yo, como decía Axtérix, “con una nube de leche…”

• ¿Grande, mediana o pequeña?

- ¿Qué?

• La nube, que de que tamaño la quieres.

- Pues mira, ahora que lo dices, si la tienes condensada…

• Tú lo que quieres es un café bombón.

- Por pedir, que no quede…

• Veo que acabarás por pedirme la Vía Láctea…

- No seas malvado.

• Pero si ya no puedo, no me dejan.

- Qué más da. ¿Por dónde íbamos?

• Hablábamos del españolito de a pie, pero tu mismo. Si quieres hablamos de otra cosa.

- Podemos hablar de farmacias.

• ¿De farmacias? Ja, ja, ja, ¿Quieres que contemos las farmacias de guardia, o tal vez que hablemos de boticas y reboticas?

- No, no. Quiero que me digas si conoces alguna dónde vendan un bálsamo para el alma…

• Hummm. Déjame pensar… (atusándose las barbas) Creo que de ese tipo de farmacias no quedan por aquí cerca. Y, me temo que no conozco en realidad ninguna. Pero te propongo un juego.

- ¿Un juego? ¿Qué juego?

• Podemos intentar fabricar nosotros mismos ese bálsamo, al que pondremos, por ejemplo, una medida de “mejorana de espíritu”, disuelta en “agua de infinito”, calentada en un “mechero de ilusiones”, dentro de “un tubo de arte y ensayo”. Creo que leí esta receta en un libro que anda por la estantería.

- ¿Y dónde encontraremos los ingredientes? ¿Y los utensilios?

• No te preocupes, que también tengo un libro para eso, e incluso más de uno. Nos pondremos a ello, con paciencia.

- Tío, este cafelito que me has dado, me está dando sueño. Se me cierran los ojos. Me encuentro tan bien… ¿No te importa que me de una cabezadita, luego seguimos…?

• No me importa. Duerme y descansa, ya charlamos en otro momento. Yo estaré aquí. Siempre que tú quieras.




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II



Esta mañana me he levantado tarde. Es mi primer día de vacaciones, y me he permitido el lujo de desenchufar el despertador anoche.


Pijamoso, zapatilleando por el corredor, tras presentarle mis respetos al mundo por el orifico del retrete de mi cuarto de baño, he llegado a la cocina y he puesto en marcha la cafetera “Nespresso”. He dudado entre preparar un “Arpeggio” o un “Volluto”. Al final me he decidido por un “Roma”.

¡No se porque coño le habré hecho caso yo al George Cluny ese de los anuncios de la TV! Este café es una mierda…

Para cafés buenos, los de la casa de mi tío. Ese sí que sabe hacer un buen café. Un café divino.


Tengo que ir a verle más a menudo. Me lo prometo, palabrita del niño Jesús.





Dedicado a TODOS LOS GARCÍA.

(Porque nunca seremos Los García menos uno).