Moisés extendió la mano sobre el mar, el Señor hizo retirarse al mar con un fuerte viento de levante que sopló toda la noche; el mar quedó seco y las aguas se dividieron en dos. Los israelitas entraron por el mar a pie enjuto, y las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Los egipcios, persiguiéndolos, entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos del Faraón, sus carros y sus jinetes...
Dios dijo a Moisés: Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se volverán con los egipcios, sus carros y sus jinetes.
Moisés tendió su mano sobre el mar: al despuntar el día el mar recobró su estado ordinario, los egipcios en fuga dieron en él, y el Señor arrojó a los egipcios en medio del mar. Las aguas al reunirse, cubrieron carros, jinetes y todo el ejército del Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel, y no escapó uno solo. Pero los israelitas pasaron a pie enjuto por el mar, mientras las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. (Ex 14,21-24.26-29).