miércoles, 29 de junio de 2011

ÓPERA DON CARLO EN SEVILLA

Foto: web del Teatro de la Maestranza


UN EXCELENTE CARTEL DE CANTANTES PARA UNA MALA LEYENDA



DON CARLO. 
Drama Lírico en cuatro actos, de Giuseppe Verdi, sobre libreto de François-Joseph Méry y Camille Du Loclé, basado en la tragedia homónima de Friedrich Schiller.
Reparto:
Ievgen Orlov, Kamen Chanev, Ángel Ódena, Fiorenza Cedolins, Dolora Zajick, Dmitri Ulianov, Fernando Radó, Aurora Amores, Ángel Rodríguez, Manuel de Diego, Cristina Toledo.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director Pedro Halffter. Coro del Teatro de la Maestranza. Director Íñigo Sampil. Dirección escénica: Giancarlo del Monaco.
Teatro de la Maestranza de Sevilla 27 de junio de 2011.


Jesús Sánchez-Ferragut

 

Don Carlo se estrenó el 11 de marzo de 1867, como ópera francesa en cinco actos. La obra de Verdi tuvo diversas versiones, y de todas ellas, la que se ha representado en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, es la versión italiana en cuatro actos, la que no contiene la primera parte de la historia que se desarrolla en los jardines de Fontainebleau, en Francia, (que por cierto da sentido, y hace mejor comprender el papel y el comportamiento del infante Don Carlos durante el resto de la ópera).

La historia, basada en la tragedia Don Carlo de F. Schiller, trata un período de la Historia de España salpicada por la leyenda negra, y relata los amores de Don Carlos con Isabel de Valois, la que a la postre sería la esposa de su padre el Rey Felipe II. La acción de esta versión italiana, transcurre entre el Monasterio de Yuste y Madrid.

Giancarlo del Mónaco, responsable de toda la escena, hijo del famosísimo cantante de ópera Mario del Mónaco, fue el responsable de la escenografía de la versión estrenada el pasado 25 de junio en Sevilla, coproducción de ABAO, Fundación Ópera de Oviedo, Festival de Ópera de Tenerife y Teatro de la Maestranza.

La verdad sea dicha, este aspecto de la obra no fue lo mejor de la noche, y por varias razones: En primer lugar por una falta de unidad de criterio en los distintos actos y escenas. Unos estuvieron muy parcos de decoración, como el primer acto, y otros, sin embargo, espléndidos, como fue el caso de la escena en las habitaciones del Rey en Madrid, donde se cuidó el mobiliario hasta el último detalle. Y otros actos, en fin, sin sentido alguno, como el caso de la escena de auto de fe, donde un descomunal crucifijo inundaba la escena, en un exceso de protagonismo de la escenografía sobre la obra.

Y la escena tampoco destacó, en segundo lugar, porque impidió que la elegancia, sutileza e incluso la investigación historiográfica de Schiller y Verdi sobre Don Carlos, no quedaran reflejadas fielmente en la puesta en escena de esta producción sevillana, ya que se introdujeron algunas acciones y manifestaciones nada sutiles, y que tampoco le dieron mayor brillo o interés a la obra. Me refiero a la escena ya aludida del auto de fe y al último acto, donde un Felipe II blandiendo una espada le arrea un bajonazo a Don Carlos, hiriéndolo de muerte, lo cual no se parece en nada al verdadero libreto, donde Don Carlos es arrastrado a la tumba por la voz de su abuelo, en un final sin solución. Sin embargo, Del Mónaco tira por la calle de en medio y opta por darle una solución de su cosecha, en plan leyenda negra, y que cercena cualquier posibilidad de esfuerzo intelectual del espectador. Se lo da todo hecho.

Pese al concepto escénico antes aludido, hay que decir que el recorte de medios financieros de esta crisis que nos abduce últimamente a todos, se llevó con una extraordinaria dignidad en lo que se refiere al vestuario y la iluminación, que resultaron de una excelente calidad.

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla estuvo a la altura de las mejores orquestas verdianas, consiguiendo una versión muy empastada, con riqueza tímbrica, y dejando un fenomenal sabor de boca al respetable. Quizá en algunos pasajes, sobre todo en torno a Don Carlos, un poco excesivo el nivel sonoro, lo que se tradujo en una dificultad añadida al papel del Infante, ya de por sí falto de lucimiento en la partitura, frente a la brillantez escrita para el resto de los cantantes.

Lo mejor de la noche sin lugar a dudas, y quizá también de la temporada de 2010-2011 del Maestranza, fueron los cantantes. Un equilibrio mucho más que notable de los mismos, le dio un empaque a esta versión de Don Carlo que la hará difícilmente olvidable.

La mezzosoprano Dolora Zajick cosechó los mayores aplausos, y merecidamente, pues su interpretación del papel de la malvada Princesa de Éboli fue excepcional. Haciendo gala de un registro amplísimo, se movió con excelente soltura en todos los pasajes, dando una verdadera lección de bel canto, con una voz clara, transparente, a la vez que potente y segura. Bravíssima.

Muy bien estuvieron Iegven Orlov y Ángel Ódena, en los papeles de Felipe II y Rodrigo, Marqués de Posa. Ambos convencieron por completo al público sevillano. Bravo los dos.

También tuvo una actuación excelente Dimitri Ulianov en el papel del Gran Inquisidor, un papel de bajo profundo, que interpretó a la perfección.

La soprano Fiorenza Cedolins encarnó el papel de Isabel de Valois, haciendo gala de una bonita voz, controlando sutilmente los pianos, y luchando con la contundencia de la ROSS.

Por último, Kamen Chanev, tuvo una correcta intervención, si tenemos en cuenta que, pese a que el título de la obra es el de su protagonista, sin embargo la partitura no le reserva el mejor papel, ni mucho menos. La ROSS no tuvo tampoco mucha piedad de él, y en varios pasajes impidió un mayor lucimiento del cantante.

Queda por decir que el coro del Maestranza tuvo una muy buena intervención durante toda la larga representación de este Don Carlo de Verdi.

En definitiva, una excelente obra para acabar la temporada 2010-2011 del Maestranza, que tuvo la suerte de contar con unos excelentes cantantes, que hicieron una versión difícilmente olvidable.