domingo, 20 de julio de 2014

NENA GARCÍA PALAU

    • Este artículo sobre mi Madre, lo escribió Enrique Montiel en su columna "Calle Real" del Diario de Cádiz. Mi Madre falleció el 14 de julio de 2014 a la edad de 82 años.


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    'Nena' García Palau

    ENRIQUE / MONTIEL | ACTUALIZADO 20.07.2014 - 01:00





ESCRIBO algunos Calle Real como si pusiera mi corazón en un papel que pongo en una botella y dejo en el caño de Sancti Petri, en la escalerilla del Puente de Zuazo, para que llegue al mar de la bahía. Hoy más que nunca. Porque se ha muerto Nena García Palau. No importan los detalles, ni siquiera que lo supe demasiado tarde para acompañar a su familia en trance tan triste. Lo importante, lo que escribo con tinta indeleble en este papel pautado de mi corazón es que con ella ha muerto una Isla absolutamente entrañable y maravillosa. Nena era, no sé cómo decirlo, la imagen de una ciudad que ella amaba con pasión, la Isla de las huertas feraces, de las salinas y los esteros, de las casas blancas enjalbegadas hasta las almenas, y de la Carraca de cuando entonces, los cines de verano, los paseos por la calle Real, la terraza donde se recibía y se hablaba y se recordaba cómo fue un día todo, la Velada, el Corpus… Nena era una sociedad de las relaciones amistosas basadas en la verdad y la sonrisa, la cercanía y el cariño. Digo que si llorábamos, lloraba; si reíamos, reía. Y juro que nunca olvidaré su risa clara como un árbol cuajado de mixtos de jilgueros de las pequeñas huertas que había en muchas casas de aquella Isla desaparecida que ella encarnaba. 

Esta mujer buena ha muerto, este trozo de ciudad, esta taracea de lo bueno, lo noble que hay, se ha ido a los brazos del Padre, en el que creyó todos los días de su vida. Sus hijos han perdido a una madre extraordinaria y sus amigos hemos perdido a una amiga buena, una amiga fiel. La hija de don Julio García Charlo, Isla pura, la hermana de Enrique García Palau, un amigo inolvidable, un hombre excepcional, ha encontrado el descanso a sus soledades y dolores. Me dijo un día, con su forma inocente de contarlo todo, que se levantó una mañana, se sentó en el lateral de su cama y se dijo a sí misma: ¡Mira, este dolor es nuevo! Era así, pura ternura, pura bondad inocente, pureza. Era la Isla que yo vi con mis ojos nuevos, no esta que se acobarda y pierde una esencia de pertenencia a un mundo grande, generoso y lleno de arte. 

Las ciudades son también el amor que se les tiene, son también la mirada que las acaricia o las llora. Nena García Palau formaba parte de ese grupo, en verdad numeroso de personas, que me enseñaron a amar a la Isla. Su amor era completo, sin rabia por lo perdido, indulgente. Como ella fue toda su vida. 

Ahora se ha ido. En esta botella que pongo en las olas pequeñas del Santi Petri escribo su nombre con veneración. Indaguen los que la encuentren más allá del tiempo. Es la imagen de la ciudad de buenos vecinos, de buenas personas que no debería morir nunca. La Isla de Nena García Palau.

http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1818998/nena/garcia/palau.html