EL PIMIENTO VERDI
Dirección y
dramaturgia: Albert Boadella.
Sopranos: María
Rey-Joly y Elvia Sánchez. Tenores: Roberto José Manuel Zapata y Antoni Comas.
Barítono: Luis Álvarez. Pianista: Borja Mariño. Camarero: Jesús Agelet.
Producción: Teatros
del Canal
Teatro Lope de Vega.
Sevilla. 6 de junio de 2014
Jesús Sánchez-Ferragut
Ayer viernes asistí en Sevilla a una de las representaciones
de El Pimiento Verdi, la última obra de Albert Boadella. Me reí, la verdad sea
dicha, aunque no se bien si por efecto exclusivo del guión y la puesta en
escena, o por la necesidad tan grande que tengo últimamente de reírme de algo o
con algo, para olvidarme un rato de penurias y tristezas cotidianas.
Si eres aficionado a la ópera, sin duda te reirás con las
situaciones que plantea esta especie de comedia teatral “cantábile”, ya que
salen a la palestra varios de los topicazos del género, tratados en clave de
humor. La verdad es que, por ejemplo, ver narrada una de las historias
wagnerianas por un locutor de radio como si de un partido de fútbol se tratara,
no se le ocurre a cualquiera, y lo que produce es el efecto de “risa total”,
por contraposición al postulado wagneriano de la “música total”, conocido de
los aficionados a la música del genio alemán.
Pero quizá la representación se quede ahí. O dicho de otra
manera: Se queda ahí, nada más ni nada menos. Quiero decir con esto, que si
destripamos la obra de Boadella, si la analizamos con un poco de rigor, esta no
se libra de la pira, ni con la intervención inmediata del mejor de los
consorcios de bomberos, ya que banaliza, ralentiza, y descoordina. Uno se tiene
que quitar el gorro de aficionado a la ópera, para encajar gran parte de lo que
ve y oye en el escenario, ya que suena a improvisación, y a falta de
conocimiento y rigor en una serie de tratamientos, como, por ejemplo la
machacona idea de intentar encontrar el teorema, que a modo de Pitágoras,
relacione definitivamente a Wagner con el nacismo y con Hitler. O la
decepcionante solución, en lo conceptual, que se da al porqué de la música
progresiva, dodecafónica o contemporánea actuales. Y digo en lo conceptual,
porque en lo visual te partes de risa.
Y creo que el éxito que tuvo la representación del Pimiento
Verdi en Sevilla se debe, sobre todo, a la primacía que da el autor a la risa,
a la solución de “squetches”, uno detrás de otro, disparatados muchos de ellos,
quizá sin más intención que conseguir que espectador se parta de risa en su
butaca, en vez de que la butaca parta al espectador de aburrimiento…
Creo que conseguir que el público salga del teatro, en estos
momentos, con una sonrisa en los labios, es cosa importante, pero también creo
que a Boadella le han podido una serie de condicionantes, quizá debido a querer
ser “oportunista” en exceso, lo cual a mi modo de ver no es bueno.
Y me refiero al hecho de que la confrontación musical sea
entre Verdi y Wagner, por la circunstancia de que coincidan los bicentenarios
del nacimiento de ambos. Me explico: Es cierto que a los aficionados a la
ópera, eso de las efemérides, los aniversarios, y no digamos los bicentenarios,
les ponen. Pero en este caso no era necesario. La idea de Boadella es buena,
pero le ha faltado abrir la ventana y tirarse al vacío sin miedo, y haber
creado una obra donde se pongan de manifiesto en clave de humor todos los
tópicos de un género que es cierto que no avanza hace mucho. Y, aunque en todas
sus obras aparezca como obligatorio alguna referencia a la política, Boadella
se equivoca al elegir el nacismo, por muchos motivos.
Donde no se equivoca es en el exquisito cuidado que mantiene
al elegir las arias de ópera que se interpretan, y en procurar que se canten de
la mejor manera, cosa que el público, en su gran mayoría amantes de la música,
agradeció sinceramente.
Por último, en lo que se refiere a los cantantes/actores, me
encantó ver a una Maria Rey-Joly convertida en gran actriz, sin renunciar a su
condición de estupenda soprano. Su momento estelar, cuando interpreta el papel
de una espectadora de la Tetralogía wagneriana, es sencillamente genial.
También estuvieron muy bien Elvia Sánchez, José Manuel Zapata y Antoni
Comas, que mantuvieron un elevadísimo nivel como actores y cantantes. Luis Álvarez, bien como actor, y Borja Mariño dio todo un recital de piano,
prácticamente el único istrumento que sonó en la obra.
Una buena obra, si lo que quieres es reírte sin
complicaciones y valorar positivamente el salir del teatro con una sonrisa,
después de haber escuchado buenas arias de ópera.