Hola Pedro, amigo. Vaya raquetazo que nos has dado. Y todo porque ella, la parca, te jugó de revés, suave, a la vez que tendido y profundo, tanto que no te enteraste que era tu último set, campeón.
Ella, la enemigo que siempre está ahí, la que anda parapetada detrás de no se sabe qué o quién. La que se mimetiza con mucho mejor disfraz que cualquiera de los miles de carnaval que conociste a lo largo de tu vida. Ella, solita, puso en escena tu último cuplé, el popurrí que sabe interpretar sin miramientos ni desafino.
Cuando fui a decirte adiós, el jueves, no comprendí nada y sí lo entendí todo. Pero no se lo pude decir a tu padre, Pedro, porque las lágrimas y el nudo en la garganta no me dejaron. Solo pude abrazarlo…Tus hemanas…Tori…Tus hijos.
Por la mañana, temprano me puse el traje y la corbata, seguro de lo que hacía, y me fui a verte. Coco, tengo que decirte que la enemiga común te trató como el caballero que siempre has sido. Escogió el mejor escenario para vencerte: Una pista de tenis, campo del honor, junto a tu hijo, y tu expresión serena. Tu cumplimiento con tu última obligación lo afrontaste en La Isla, una tarde de mayo, sin levante, con el sol cayendo, que es cuando el color del cielo se transforma en naranja. Nadie podía imaginar, ni nadie al verte después, podría deducir que estabas cumpliendo con el último deber que nos espera a todos.
Desde allí arriba, en el Cielo, donde seguro estás ahora con tu madre, pienso que ya las preocupaciones del saber porqué ni las del tener que entender, te afectan lo más mínimo. Yo sin embargo, aquí abajo sigo sin comprender el porqué de tu marcha, aunque sí entiendo lo que ella, la parca, ha querido decirnos a todos, al llevarte de la forma en que lo ha hecho. Adiós amigo.
Jesús Sánchez-Ferragut
Publicado en Diario de Cádiz. 18.05.2009