Y tras la Séptima, no descansó
10º ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN BARENBOIM-SAID.
ORQUESTA WEST-EASTERN DIVAN.
DIRECTOR: DANIEL BARENBOIM
Violín: Michael Barenboim. Viola: Yulia Deyneka
Programa:
W.A. Mozart:
Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en Mmi bemol mayor, K 364/320d; L.V.
Beethoven: Sinfonía nº 7 en la mayor
Gran Teatro Falla. 21.01.2014. Aforo completo.
Calificación *****
Jesús Sánchez-Ferragut
Según dice el Génesis, Dios, al séptimo día
descansó. Y, entre otras muchas cosas, por culpa de eso Barenboim no es dios,
porque según él mismo nos cuenta en una reciente entrevista, anda buscando
desde hace mucho tiempo el octavo día de la semana para poder dedicarle más
tiempo a su trabajo de director de orquesta.
Bueno, bromas aparte, lo anterior no es más
que un juego de palabras introductorias, para contarles cómo de magistral fue
la interpretación de la Séptima Sinfonía de
Beethoven por parte de la West-Eastern Divan Orchestra. Y la verdad, tampoco
importa mucho que Barenboim tenga o no la condición de divinidad, porque lo que
sí es cierto, es que consigue llevar al público que le escucha al mismísimo
séptimo cielo, cuando dirige a sus orquestas. Y si no, que se lo pregunten al
respetable del Gran Teatro Falla de Cádiz, que fue musicalmente transportado a
tan sublime lugar, mientras escuchaba la versión de Barenboim de esta exquisita
sinfonía, obra del divino sordo.
Un público expectante, que agotó las entradas
muchos días antes del concierto, llenó por completo el Gran Teatro Falla. Y es
que se trata de la primera vez que la WED y su director se dejan ver por Cádiz
tras los primeros diez años de existencia de la Fundación Barenboim-Said en
Andalucía, lugar desde donde materializa hoy día sus diversos proyectos, entre
los que se encuentran también los de ayudar a jóvenes músicos árabes, israelíes
y españoles a encontrar un futuro profesional en orquestas de renombre.
Y como, sin duda fue lo mejor de la noche,
les cuento primero lo de la séptima sinfonía, interpretación que quedará como
histórica en el Teatro Falla. La obra, se estrenó hace doscientos años, y es de las composiciones cumbre de Beethoven y
de la Historia de la música. Su estética es inigualable, y su segundo
movimiento archiconocido. Por ello, he de confesarles que acudí al concierto
con un poco de prevención hacia la posible interpretación, por aquello de ser la WED una orquesta joven, e integrada por
músicos jóvenes. Pero nada más lejos de lo que ello a priori pudiera
significar, sucedió, pues la versión de Barenboim fue sencillamente
impresionante. Con una orquesta altamente motivada, dándolo todo, y con una
dirección magistral, generando tensiones, haciendo pianos impresionantes, de
vértigo. Daniel Barenboim transmite dramatismo, y es un verdadero líder de su
orquesta. De una orquesta que está perfectamente empastada, rodada y que suena
verdaderamente como una de las grandes. Estupenda interpretación de los
metales. La versión duró 38 minutos.
Pero antes, de manera sorpresiva para todos
los asistentes, y a modo de
presentación, al comienzo, la WED nos regaló, fuera de programa, la Obertura de Le nozze di Figaro de Mozart,
que a mi modo de ver, no estaba del todo justificada, y que entre que resultó
un poco apagada, y que cogió al público por sorpresa, terminó por dejar el
ambiente un poco frío.
La sensación no duraría mucho, ya que
inmediatamente Barenboim atacó la Sinfonía
Concertante de Mozart, una pieza clave del clasicismo musical del s.XVIII,
y de la que nos ofreció una versión exquisita, mimando a los solistas, que
pudieron desplegar todo su virtuosismo, arropados por una orquesta mágica,
alardeando del dominio de los pianos y de la concentración más absoluta.
Sencillamente impresionante. Tanto Michael Barenboim como Yulia Deyneka
transmitieron el mensaje musical de Mozart, haciendo que violín y viola
cantaran las melodías del Andante y
del Presto como si de verdaderas
arias de ópera se tratara.
Barenboim, argentino, judío y español, el
director que hace hoy por hoy la música clásica más divina, nos dejó con ganas
de más. Ojalá no tarde otros diez años
en volver a Cádiz.