Cantantes: Soleá: Saioa Hernández; Gitana:Marifé Nogales;
Frasquita: Milagros Martín; Juanillo "El gato montés": Ángel Ódena;
Rafael Ruiz "El macareno": Andeka Gorrotxategui; Hormigón: Luis
Cansino.
Dirección musical.
Cristóbal Soler. Dirección de escena: José Carlos Plaza. Dirección del coro:
Íñigo Sampil. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Vestuario: Pedro
Moreno. Coreografía: cristina Hoyos.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del
Teatro de la Maestranza.
Por Jesús Sanchez-Ferragut
No he encontrado mejor símil taurino que el del título, para describir
de una manera
general la versión de la ópera-zarzuela "El Gato
montés", representada en el
Teatro de la Maestranza de Sevilla, producción
del Teatro de la Zarzuela de Madrid,
y bajo la dirección de escena de José
Carlos Plaza y musical de Cristóbal Soler.
Tres pinchazos, uno para cada acto de la zarzuela y un bajonazo, el que acabó
con todas las esperanzas de ver un poco de faena coherente en esta muy especial
puesta en escena de la obra del maestro Manuel Penella.
Y empezamos con la traducción ofrecida a los espectadores en los
sobretítulos.
¿Traducción, dirán Uds., con razón? ¿Pero no es una zarzuela
española? Pues sí,
cosa extraña, pero la producción nos ofreció sin duda una auténtica
traducción,
pero a la inversa, y a un extraño e intrincable idioma, donde, increíblemente el
espectador para entender
bien lo que decían los sobretítulos, debía poner
atención a lo que cantaban los
cantantes, so pena de no enterarse de nada. ¿Y
entonces si para entender lo que
se cantaba, fundamentalmente había que
oír, para qué los sobretítulos? Pues eso
mismo me pregunto yo. O quizá debe
ser que no poseo, al igual que, probablemente
el 99% de los espectadores, el
título de lingüista (por cierto al autor de los
sobretítulos: Que se lea por
favor “Lingüística española”. Vidal Lamíquiz
Ibáñez. Sevilla. Universidad de Sevilla.
Secretariado de publicaciones. 1973).
Lo que se presentaba como una agradable noche de zarzuela – ópera por
poseer todos los ingredientes para ello, se tornó en una pesada, pretenciosa y
manida reiteración de tópicos, que a duras penas brilló en los momentos en que
la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla abordó los temas musicales en solitario,
y
los momentos en los que el coro de la A. A. de amigos de la Maestranza pudo
desplegar el buen hacer al que nos tiene acostumbrados, solo que en esta
ocasión
ni siquiera pudieron lucir vestuario, por culpa de una producción
escénica muy desafortunada.
Es difícil que, poniendo en escena una importante cantidad de
recursos, el
resultado sea tan desafortunado como el que vimos en esta versión
de El Gato
montés. La iluminación, sencillamente mal planteada, no supo en
ningún momento
sacar “a la luz” ninguna de sus posibilidades técnicas. Más bien
todo lo contrario, pues
inundó de sombras, penumbras y difuminados una zarzuela
que no se lo merece.
Los decorados, pretenciosos, como el espejo del segundo acto que
acompaña al torero
mientras se viste, y que, sinceramente, uno no sabe si la
producción lo adquirió en una
subasta de utillería de “La Bella y la Bestia”, o
si responde al sueño de una mala
noche de insomnio de un caluroso agosto
madrileño. Otro tanto ocurrió con la máscara
que subía y bajaba de entre las
bambalinas, y que era talmente la máscara de El Fantasma
de la Ópera.
Para poner la guinda, la representación de la faena del torero en La
Maestranza fue
indescriptible: Con un fondo, que era cualquier cosa menos el
imponente monumento
que en realidad es el coso sevillano, y con una
representación de títeres donde una muleta
volaba por los aires, al igual que
una pica y un estoque, no remediaron los decorados,
sino que profundizaron en
el despropósito. En fin, conceptos tan básicos de la escena
como son, que si lo
que pretendes es que destaque el traje de torear negro del torero,
esto se
consigue por contraste con el blanco y con la luz. O que si la obra ya lleva
implícita
en la letra y la música la parte trágica de la lidia, la escena no
debe bajo ningún
concepto vulgarizar esa imagen poniendo manchas rojas en la
pared o tiñendo la
escena de negro…Parece mentira que errores tan básicos se
puedan cometer en una
puesta en escena como esta.
La coreografía, de Cristina Hoyos, bien, pero deslucida por el
vestuario. Quizá lo
mejor de la misma, el haber conseguido que la cantante
Saioa Hernández se integrara
en el coro de baile, y que el resultado fuera
bueno.
En el turno de cantantes, poco que destacar, salvo la actuación de Ángel
Ódena, que
consigue meterse en el papel a la vez que le da credibilidad canora
con su voz. Bien en el
dúo con Saioa Hernández.
El resto de los cantantes, discretos, con momentos interesantes de
Saioa, y buena
interpretación de Rubén Amoretti en el papel del Padre Antón.
En fin,
habrá que esperar a otra ocasión para disfrutar de una buena representación de
zarzuela en el Maestranza, ya que, al contrario de lo que ocurrió el pasado
2012 con
Luisa Fernanda, en este 2013 la cosa ha estado bastante flojita.